¡Y a trabajar se ha dicho!: Mi estancia en St Leonarsd on Sea, Inglaterra
Esto fue lo que me ocurrió cuando finalicé mi estancia en Edimburgo. Me tocaba enfrentarme a mi primer trabajo en Inglaterra, un pueblo costero que les gusta escaparse a los londinenses: St Leonarsd on Sea, en el distrito de Hastings en East Sussex, Inglaterra (Saint Leonards).
Nervios, incertidumbre, barreras con el idioma, una cultura diferente, con ese cóctel se avecinaba lo que sería una etapa de mucho esfuerzo, paciencia y adaptación que no iba a ser nada fácil.
Viví con una familia inglesa. Compartía habitación con mi amiga Martha, y con una enfermera africana, Beatriz, con más edad que nosotras. La habitación estaba dividida con toldos, te puedes hacer una imagen. Martha y yo teníamos nuestras propias costumbres y Beatriz, las suyas. Ella nos despertaba todas las mañanas a las 5:00 am para rezar. Las tres trabajamos en la misma residencia de ancianos.
Vivíamos con una madre y dos hijas, una familia con la que también fue complejo convivir porque las niñas gritaban y lloraban a cualquier hora. Siempre había prisas para ir al cole, los baños y la cocina solían estar ocupados. Y nosotras, enfermeras con turnos larguísimos y agotadas, no podíamos tener nuestro tiempo de descanso. Al vivir con una familia eres tú quien tiene que soportar su rutina y su vida, te guste o no.
Aprendí mucho, pero no niego que lo pasé mal. Se generaliza de forma muy fácil y sencilla cuando los migrantes llegan a un país en busca de trabajo, con un idioma y culturas diferentes y, lo peor, sin recursos para sobrevivir. Para comprender la complejidad de estos procesos nada mejor que vivirlo en tu propia piel. Es muy difícil adaptarse a vivir en un país con un idioma nuevo, que no manejas como si fueras nativo, que al principio te cuesta mucho que te entiendan o que les entiendas —y mucho más en contextos de estrés o las prisas de una urgencia—.
Sufrí cuando observabas que tus compañeros, jefes e incluso los propios enfermos del hospital, no tenían paciencia y compasión. Sentía esas miradas, a veces incluso de desprecio, esos gestos y el rechazo tan sólo por ser extranjera y no estar al nivel de los nativos. La exigencia y la autoexigencia generaban un plus de estrés y cansancio adicional al propio trabajo.
Mientras hacíamos los trámites, que tardaban un tiempo, tuvimos que empezar a trabajar de auxiliares de enfermería y no como enfermeras. Mucha gente ajena al sector crea que son actividades parecidas, pero no tienen nada que ver. Esto hizo los inicios aún más duros.
Mantener la motivación diaria era todo un reto. Y en esos momentos es donde entrenas tu capacidad de resiliencia. Verte en otro país, trabajar duro, descansar poco, hacer actividades distintas y con la necesidad de luchar por alcanzar un objetivo.
Pasé por momentos de inflexión, agotada, pensando en tirar la toalla y volverme a España. Pero no lo hice. Gracias a mi fuerza y fortaleza fui capaz de soportar la presión del momento, asumí que el principio era una fase por la que había que pasar, y tenía que aguantar, ya que por falta de motivación no era. Gracias a ello estoy aquí contando esta experiencia, que fue muy enriquecedora, me hizo más fuerte, y sobre todo porque me llevo lecciones de vida difíciles de aprender sin ella.
Día sí y día también, aprendía inglés, buscaba palabras y expresiones del argot de nuestro sector, y que muchas de ellas me podrían haber dicho sin yo saber exactamente qué significaban. Y así lograba pasar los meses, mejorar mucho mi idioma, tener más confianza en mí misma y mantener la motivación suficiente como para aspirar a más.
Mi siguiente aspiración sería buscar un trabajo en un hospital. Mientras, mi rutina salir a correr por la costa, pasear por el muelle con el sonido del mar, ir al gimnasio, de compras, y explorar la zona. Visité muchos pueblos y ciudades de los alrededores, como el famoso Brighton —reconocible siempre por su muelle y sus atracciones.
Bournemouth, Portsmouth, Eastbourne, entre otros.
Un día, una llamada, y la dirección de la brújula cambia. Me mudo a Londres, a trabajar durante unos meses a una residencia y, de ahí, a un hospital. Es una buena etapa vital, tres años y medio viviendo en la gran ciudad, y que os contaré con más detalle.