La comunicación, ya sea verbal como no verbal, es la herramienta fundamental para establecer conexiones entre personas: consumidores y empresas. Es el vehículo para transmitir valor, liderar y transformar la realidad de cualquier organización. Es la principal máquina para crear un activo fundamental en una empresa: la reputación de una marca. No sólo se comunica para nuestros clientes, sino también para aquellos que no lo son (aún), conozcan la historia de esa marca o producto, y eso haga incluso que se interesen por ella.
Además, la realidad nos impone nuevos canales. O comunicas en el océano digital o, sin más, no comunicas, no llegas, no impactas. La comunicación muta, requiere de nuevas estrategias, canales y una interacción mayor respecto a la que se viene haciendo en las últimas décadas.
A la vez, la escritura es la divisa del siglo XXI. Aunque tenemos el poder en un Smartphone, cada vez es más relevante cómo escribimos y cómo tejemos narrativas auténticas. Aunque el poder está en la imagen, la letra sigue siendo el principal mecanismo para hacernos pensar y decidir, para crear conexiones profundas. Y más en publicidad.
Por todo ello, considero que la comunicación escrita es absolutamente estratégica para cualquier marca. Se trata de un trabajo que requiere de un amplio trabajo para conocer la historia, los valores, la forma de relacionarse con su entorno, los por qués se hacen las cosas y cómo todo ello se comunica de una forma completa, concisa y clara. Real y directa, con mensajes dirigidos a transmitir cómo lo que hace una marca se conecta con su historia, con su legado y por qué cada acción de compra es algo más que una transacción mercantil.
Comunicar bien requiere un trabajo arduo
Para comunicar un producto es muy importante explicarlo, informar sobre él, pero sobre todo que se entienda el por qué, ponerse en la piel de quien lo va a consumir, saber qué busca, y qué le puedes ofrecer. Esa comunicación implica mucho trabajo: cómo se produce, de dónde vienen sus materias primas, qué propuesta hace al mundo para ser diferente y sobre todo por qué me tiene que comprar a mí, y no a otra marca.
Este trabajo es de suma relevancia, ya que determina el corazón de las ventas, la manera en la que las empresas puedan perdurar en el tiempo. Y no se suele cuidar bien, o no se le da la importancia que merece.
A mí me gusta comunicar marcas ligadas a mis valores (como decía en mi anterior post), las cuales uso y comprendo. Por ejemplo, me identifico con aquellas marcas que me ayudan a buscar mi equilibrio nutricional. Que a la vez son saludables, cuidan del medio ambiente y se preocupan de tener una propuesta de valor sostenible. Me gusta, por supuesto, el diseño, conocer qué hacen y cómo lo hacen: con quién colaboran y de dónde vienen las materias primas. ¿Por qué? Y ya sabes que los por qué son muy importantes: porque tener una dieta equilibrada, además de que es de vital importancia, es una de las necesidades de cualquier individuo para llevar una vida sana y una nutrición adecuada.
“No se puede tener una salud adecuada, sin una alimentación saludable”
Uno no está siguiendo una dieta equilibrada cuando entre horas te apetece picar sin parar. O cuando al poco rato de desayunar (por ejemplo, el típico bollo industrial y el café) parece que no te has alimentado y tu cuerpo te pide más comida.
Si te alimentas mal, no te sacias. Cuando te alimentas de forma equilibrada, ya desde el desayuno, tu cuerpo está nutrido, y no te ‘pide’ comer de forma desesperada y desorganizada… y caer en la tentación de los malos hábitos.
Piensa que una alimentación diaria adecuada debería estar compuesta de 5 comidas, no dos ni 20 micro comidas: desayuno, media mañana, comida, merienda y cena. Una dieta mediterránea donde la verdura y la fruta primen, evitando bollería industrial y añadiendo ejercicio moderado de 3-4 días a la semana.
Por todo ello, como te decía, me gustan aquellas marcas que me permiten, y contribuyen a mejorar la salud de las personas, tener mi dieta equilibrada, con calidad, precio y propósito.
Esto me permite explicar una idea fundamenta: los productos y las marcas tienen que ir acordes con mi forma de vida (y, como yo, a todos los clientes tipo a los que se dirigen), con mis hábitos, valores, gustos y creencias. Si no, no hay identificación que valga. No me puedo involucrar en proyectos de comunicación o colaborar con marcas por colaborar y hacer algo. Tiene que haber una motivación detrás muy profunda. Un propósito de marca, un hilo conductor, una lógica, una narrativa (si me apuras), y la posibilidad de integrar mi personalidad en la forma en la que se comunican esos productos.
Ante el gran mito: La comunicación es un trabajo ‘fácil’, donde basta escribir unas líneas y hacerse unas fotos…
Es triste ver cómo se descuida la comunicación. Es triste ver cómo se usan argumentos simplistas que nos inundan pensado que esto es un trabajo “menor”; cuando en realidad es uno de los trabajos más exigentes, donde más perfección hay que poner y donde se requiere más empeño en cuidar los detalles.
Aún así, hay quien cree que esto es fácil, barato y al acceso de cualquiera. Por eso, suelo invitar a todo aquel que considere que en esta vida las cosas vienen caídas del cielo, a que se ponga “manos a la obra”, trabaje y me enseñe sus resultados. Hablar sin haberte manchado las manos en la harina es muy fácil, hacer el pan es más complejo, aunque tengas la receta. En este trabajo, ni siquiera hay una receta. En ese momento, realmente entenderían el esfuerzo, creatividad, constancia y disciplina que supone comunicar con consistencia, con impacto y aportando valor. “Nada es fácil, sin la combinación de esfuerzo, talento y capacidad de ejecutar tareas en contextos complejos y cambiantes”.
Por ejemplo, no basta con hacer cualquier foto “no pensada”. Todo comunica, y por eso, pensar la foto es más importante que la propia foto. Su mensaje, su sentido, su contexto. Y qué decir de los textos. No se trata de publicar unas palabras en Instagram. Hay que conectar con el lector, aportarle información fiable, motivarle, despertar interés… en definitiva, CREAR (con mayúsculas) un mensaje. Todo esto requiere ciertas capacidades —como en cualquier profesión—, más de lo que ciertas personas creen. Es un trabajo de artesanía, muy meditado, mimado y muy singular para cada marca.
Quédate con una idea: todo comunica, cada detalle, cada palabra, cada mensaje. Y este trabajo supone aflorar y crear un valor, sin el cual, es imposible sobrevivir en un mercado cada vez más exigente y complejo.