La música, no pensé nunca que si me faltara podría afectar tanto a mi sistema. Dedico dos o más horas al día a la música, cada trayecto al trabajo o a reuniones, eventos, quedadas con amigos, viajes, ¿a qué recurro o qué realmente necesito?
Pues sí, es la “Música”. Me hace sentir mejor cuando estoy en un mal día, me transporta, permite dar rienda suelta a mi creatividad, relajar mi cuerpo, sentirla, seguir un ritmo, ser consciente que estoy viva y al mismo tiempo desconectarme del mundo por unos instantes.
De ahí vienen mis improvisaciones bailando en casa cuando pongo música durante la limpieza, en la ducha, cuando preparo la comida, espero el metro, tren, aviones o corriendo en el parque. En esos momentos, de repente, es escuchar música y empiezo a inventar pasos. Salir de noche con las amigas a bailar se ha convertido en uno de los momentos más felices. Es como practicar mi hobby favorito: “bailar sin parar”, sin miedo al ridículo, inventando pasos según el ritmo y la canción. Al día siguiente me levanto siempre con agujetas y dolor de cuerpo, como si me hubieran apaleado, pero lo más divertido es que me pasé la noche bailando sin descanso.
En casa dedico mis ratos libres a ver videos, y me eclipso cuando una de las artistas, cantante y bailarina al mismo tiempo, me deja sin aliento, con ganas de más. Y mi motivación se hace cada vez más grande. Ella es “Beyoncé”, única e insustituible. Considero que es una de las mejores bailarinas del momento. Ya no sólo es voz, sino presencia en el escenario y espectáculo. Tuve la suerte de tener la oportunidad, en mi estancia en Londres, de verla en directo. No tengo palabras, apareció de la nada del suelo del escenario y me quedé en shock. Muy pocas veces me ha pasado esto, y aquel día lo guardo para siempre en mi memoria.
Mi vida continua con mi trabajo, mi deporte y mi ocio. Pero, un día me pregunto, ¿Y por qué no empezar a dedicar o practicar baile de forma más técnica y con más disciplina? El reto, mayor formación ¡y listo! Y es cuando me pongo a buscar academias de “Funky” (el estilo con el que más me identifico), precios, y la mejor opción para mi horario y localización. Y de ahí hasta el día de hoy.
Desde entonces, he aprendido, que el baile tienes que vivirlo, emocionarte, gustarte por supuesto y con esos ingredientes viene todo lo demás. A unos les cuesta más que a otros, pero el esfuerzo siempre es algo a trabajar da igual el nivel en el que te sitúes.
El miedo al ridículo o miedo escénico es normal. Yo empecé algo tímida en las clases, me sentía rara como siempre que empiezas algo nuevo. Poco a poco evalúo mi evolución, me grabo, y veo la fluidez que hasta día de hoy he adquirido. Si te falta empuje o tienes dudas, arriesga, porque es la única forma de ganar. Yo espero a que lleguen todos los miércoles de la semana para desconectar con el movimiento de mi cuerpo.
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